El verano en
Bariloche transcurre tan rápido que es como un suspiro de calor que alivia entre
tanto frío de montaña. Así que, lamentablemente, y muy a mi pesar, me tengo que ir despidiendo de los paseos en
barco en el Nahuel Huapi por un tiempo. Pero antes, quisiera compartir unos
secretos con ustedes, que sólo se pueden observar navegando por el lago.
Les quiero mostrar
unas casas escondidas, grandes y lujosas, que tienen salida al lago donde los
dueños amarran sus barcos y disfrutan de un buen rato en la costa, además de
tener algunas de las mejores vistas que ofrece nuestra Patagonia.
Me sorprendió
mucho ver estas casas espectaculares, ya que desde el otro lado, donde
transitan los autos, estas casas pasan desapercibidas o directamente no se ven
por toda la arboleda que tienen en sus parques delanteros. Como se puede ver en
las fotos, estas casas cuentan con muchos ambientes, grandes parques muy bien
cuidados, pequeños muelles y todas las comodidades para pasar un buen verano
viviendo el lago.
Por último, les
quiero presentar la estancia Huemul, de la familia Anchorena - Ortiz Basualdo, que
se encuentra en la península Huemul, en la costa norte del lago, en la zona
llamada La Escuelita. Estas dos familias (tío y sobrinos) se asociaron en el asentamiento
de la península, después de que Anchorena dejara el usufructo de la isla
Victoria. La estancia fue proyectada por el arquitecto inglés H. B. Collcut,
pero fue construida por la empresa Capraro
y terminada por Longaretti en el año 1927.
Los Ortiz
Basualdo fueron uno de las pioneros en llegar a Bariloche y, enamorados del
paisaje, decidieron instalarse aquí. Fueron grandes promotores de Bariloche e
invitaban a sus conocidos a conocer la zona y a hospedarse en la estancia, dada
las grandes comodidades que poseía la casona. Uno de sus principales huéspedes fue
el Príncipe de Gales en 1931. Esta casa fue muy importante en aquel entonces
por las grandes personalidades que albergaba y fue modelo para otras grandes
construcciones que se hicieron posteriormente en Bariloche.
Uno de los
dueños, Carlos Ortiz Basualdo, encontró enterrados cuerpos indígenas en esta
zona, que fueron desterrados y
entregados a la Universidad de La Plata para su investigación. Según pudieron constatar, la Misión Jesuítica
del Nahuel Huapi del siglo XVII se había instalado en esa zona y estos indígenas
habían sido enterrados bajo la ceremonia católica. Los supersticiosos condenan
que el destierro de estos indígenas habría hecho que cayera una maldición sobre
el dueño de la estancia, ya que, a los pocos años, Don Carlos muere ahogado de
una manera inexplicable en el lago.
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